Es una pregunta que aún me sigo haciendo, pero es ahora cuando voy encontrando respuesta. Los que me conocen bien saben que soy de las que meditan una decisión hasta la saciedad, pero también saben que soy de las del "todo o nada", de arriesgar en cada elección, aún sin saber si va a salir bien o no.
Y después de dos meses aquí, echo la vista atrás, y creo que no me equivoqué. No puedo negar que la idea de dejar la estabilidad a la que me había acostumbrado me asustaba, el no saber si me arrepentiría de dejar atrás un trabajo, una ciudad, unos amigos, la familia...
Hace tan solo seis meses, no hubiese imaginado que hoy estaría aquí. Era algo que no entraba en mis prioridades. Pero las cosas cambian, y en mi caso dieron un giro de 360º. Ya sabemos que nuestro país no vive una situación muy próspera económicamente, y si hablamos de oportunidades para los que tenemos ganas de progresar, entonces la situación empeora aún más. En definitiva, y como tantos otros, decidí no conformarme con lo que nos ofrecen allí en este momento. Es triste, pero es la realidad. Sé que no quiero vivir fuera por mucho tiempo, pero sí el suficiente como para conocer otras formas de vivir, de educar, en definitiva otra cultura. Quiero descubrir y experimentar para saber qué es lo que quiero y lo que no.