Hace siete meses cuando me despedía de Madrid, lo hacía dispuesta a embarcarme en esta gran aventura sin límite de tiempo. No puse fecha, simplemente decidí que había llegado el momento de experimentar al otro lado del Atlántico. Me podía haber quedado más cerquita, sí, eso me suelen decir. Pero ese gusanillo por descubrir lo que había detrás de la pantalla me animó a tomar la decisión. ¿Sería verdad que en todas las fiestas se usan vasos rojos?, ¿cuál es realmente el encanto de Nueva York, de San Francisco o de Los Ángeles?, ¿qué tienen los estadounidenses que los hace "parecer" ser los mejores?, ¿pueden llegar a sentir tanto su bandera?, y toda una lista interminable de preguntas.
Y he de decir que a todas les he encontrado respuesta en cinco meses. Puede que no logre entender del todo bien algunas cuestiones culturales demasiado diferentes a las nuestras, pero creo que ese gusanillo que estaba impaciente, ahora está feliz de haberse empapado de toda una cultura, la "gran cultura americana", ¡guau! Así que después de cinco meses de inmersión ha llegado el momento de volver a casa con una gran experiencia en la maleta. Me doy por satisfecha. Puedo decir que a pesar de los malos momentos, volvería a subirme a este barco con los ojos cerrados, con toda esa gente que se ha ido subiendo poco a poco, y con la que se fue bajando. Haber podido estudiar aquí, conocer y analizar cada detalle de este país es algo que no cambio por nada.